El deporte y los idiomas
¿El deporte une a la gente o la distancia? ¿Y los idiomas? ¿Alguien tiene una respuesta a ambas preguntas? Daré la mía al más puro estilo gallego: pues depende.
El deporte
Hay personas que encuentran en el deporte un vínculo de unión con los demás. Se me ocurre el grupito de amigos que se junta los domingos por la mañana para jugar un partido de pádel (y dejan las diferencias para la cervecita de después). Hace unos años todos aprendimos lo que era una chicane o un safety car porque a un asturiano se le ocurrió colarse como campeón mundial de Fórmula 1. Y no olvidemos que un deporte, el rugby, fue también el puente que encontró Nelson Mandela para unir una Sudáfrica separada por un abismo.
Sin embargo siempre hay un hueco en las noticias para quienes aprovechan el deporte para buscar las diferencias con el vecino. En este país en el que el fútbol es el deporte rey podemos encontrar miles de ejemplos al respecto. Y en determinadas ciudades, como Sevilla, el derbi Sevilla-Betis es un acontecimiento mucho más social que deportivo.
Los idiomas
Con los idiomas pasa algo similar. Hay quienes los utilizan como elemento diferenciador. Hay quienes, conociendo varias lenguas, utilizan la que creen conveniente sin tener en cuenta quién es su interlocutor. Y luego hay personas que, en la medida de sus posibilidades, tratan de dirigirse al de enfrente en su propio idioma. No estoy hablando de la necesidad de ser políglota, estoy hablando de hacer un simple guiño. De despedirse de un francés con un au revoir, de dar las gracias a un británico con un thank you o de tratar de imitar de la manera más respetuosa el saludo de un japonés.
Un ejemplo que siempre me ha llamado la atención ha sido el de los equipos de fútbol. Desde que en 1995 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictara sentencia en el caso Bosman, los equipos españoles se llenaron de jugadores comunitarios. Así, podemos encontrarnos en la alineación inicial con once nacionalidades distintas vistiendo la misma camiseta. Y yo me pregunto, ¿cómo puede el delantero portugués entender al defensa de Togo cuando le grita que el portero alemán no le ha dado un buen pase al centrocampista de Granada?
Se ve que, cuando hay un interés superior, somos capaces de olvidarnos de las barreras lingüísticas.